Lo que nos queda: Concha Pérez

Resumen

Concha Pérez introduce LO QUE NOS QUEDA sirviéndose de las leyes de la termodinámica: La materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma; la transformación de la energía implica un incremento del caos. Efectivamente este caos generado por el cambio, por las transformaciones derivadas de la acción del fluir de la vida y especialmente por la acción del ser humano, nos es evidenciado a través de sus fotografías. Lugares deshabitados, deshechos
de una rutina pasada, escombros de hábitats y de hábitos que hoy parecen recónditos, enterrados por el paso del tiempo.

Si bien sus fotografías hablan del vacío del contenido de algunos espacios, es el propio vacío el que nos remite a su contenido. No son lugares muertos. El cambio que ha dado este aspecto desértico, obsoleto a estos espacios, es el mismo que nos habla de su vida. Sus imágenes no representan un ente inanimado. El desuso, el abandono, no sólo nos remite al tránsito y al movimiento que en su día ocupaba aquél espacio, sino al desplazamiento de la actividad a otro lugar, pues la energía sólo se transforma. Es la propia inercia vital la que ha generado el espacio, y los espacios que por el uso y el cambio hemos condenado al caos vuelven a mostrarse, ahora a través de la mirada de Concha Pérez y en forma de fotografía. Podemos considerar que la disociación del contenido y el contingente genera lo extraño. El flujo de la vida, su evolución, los cambios diarios, producen inevitablemente espacios a los que aquello que les daba sentido pertenece ya a un tiempo pasado. Las fotografías de Concha Pérez muestran la extrañeza de la vida en el presente de los espacios olvidados por el transcurrir del tiempo.

 

¿Qué pasa cuando un espacio presente es habitado por el pasado? ¿Cómo se nos muestra este lugar en el que conviven dos tiempos distintos? Probablemente fantasmagórico, emitiendo inevitablemente un exceso de sentido, imprimiendo en la imaginación del espectador una imagen de lo que aquello fue, apareciéndose continuamente, de forma involuntaria e imposible de controlar el espectro de la realidad que en su día habitó el espacio dándole sentido. ¿Sigue una escuela siendo una escuela a pesar de su total desuso actual? De que hablan los micrófonos de unos conferenciantes inexistentes? De qué sirve que las mesas sigan tan bien ordenadas si no hay nadie a quién alimentar? Parece que algunos de los elementos introducidos digitalmente por la artista en las fotografías nos hablan de este espectro, de lo extraño del lugar en desuso, abandonado. Ese efecto queda aún más acentuado por la

dificultad de discernir lo que es real y lo que es manipulación.

Se trata en definitiva un juego dialéctico entre las esencias y las apariencias. La tensión entre lo que es, era y aparenta ser, se resuelve finalmente en la conclusión de que las cosas son porque nosotros hacemos que sean. Lo que nos queda de estos espacios, que son a la vez que eran, es la cuestión que Concha presenta cerrado por una gran capacidad técnica y un notable sentido del encuadre, un dominio absoluto de la percepción del espacio.