Las que han tomado la avanzadilla se muestran cautas y, de momento, prefieren mantenerse en el anonimato. El fenómeno no ha hecho más que enseñar la patita. “Es el tema del momento. En los dos últimos meses, cada vez que voy a una inauguración o a una feria, me encuentro galeristas que me dicen que lo están estudiando, solas o en asociación con otras galerías, y yo misma tengo intención de estudiarlo en serio para ver hasta qué punto es factible”, argumenta la presidenta de la asociación, que agrupa a 120 galerías de toda España y que junto a su hermana Nerea dirige la sala NF/Nieves Fernández de Madrid. “Parece más una cuestión ideológica que recaudatoria”, señala Miguel Ángel Sánchez, de la galería barcelonesa ADN, porque “el mercado del arte en nuestro país se sitúa en torno a los 300 millones de euros, es decir, que con un IVA reducido aumentarían las ventas y recaudarían más, pero creo que nos ven como cuatro pijos que vendemos arte a otros cuatro pijos”. Sánchez cuenta con un speakeasy en el Marais de París, aunque asegura que solo lo utiliza para presentaciones y encuentros de artistas y coleccionistas. “Ni me lo he planteado, más que nada -argumenta- porque mi facturación es pequeña, en torno a un millón de euros anuales, y no sé si me compensa el engorro burocrático que debe significar abrir una sociedad para operar en Francia, pero entiendo que se haga. Es nuestro derecho como cualquier empresa”.
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