En una entrevista reciente, Slavoj Zizek declaró que si él fuera un terrorista bombardearía "Kassel y la Bienal de Venecia". Entre las razones está la hipocresía entre el discurso y la acción, algo que solo se ha acentuado en el contexto de las últimas semanas con el desarrollo de una guerra genocida plenamente respaldada. Los temas que el mundo del arte elige abordar parecen tener una relación inversa con las tendencias societarias globales. Las élites y gobiernos que financian iniciativas artísticas están respaldando discursos diametralmente opuestos a sus intenciones y creencias.
Recientemente, los programas de museos en todo el mundo han dedicado sus comisiones artísticas a abordar el racismo y el colonialismo, cosa que no ha dado resultados. Más bien, está ocurriendo lo contrario: las estadísticas apuntan a un aumento de ataques racistas y homófobos en todo el mundo a medida que los países occidentales se involucran cada vez más en el extractivismo y las guerras coloniales. Cuantas más exposiciones sobre ecología se producen, más allá de los puntos de inflexión climática nos adentramos. Los mismos gobiernos que financian proyectos ecológicos se niegan a reducir las emisiones. Hace diez años, la crisis de vivienda era un tema central en las exposiciones de Londres, una ciudad en la que este problema ha empeorado aún más. A pesar del discurso contra el neoliberalismo y el fervor comunista con el que los artistas y teóricos producen, la infraestructura del mundo del arte se está convirtiendo en una franquicia, con los mismos textos curatoriales producidos para un carrusel circulante de artistas similares enviados por todo el mundo. El "coro de voces" que los curadores han defendido se está reduciendo a medida que los espacios independientes son expulsados de sus vecindarios y las subvenciones se enfocan en los museos corporativos más grandes en lugar de en pequeñas iniciativas.
¿Cómo podemos ayudar a cambiar esta tendencia? Al igual que entre los comercios urbanos, donde la singularidad viene dada por pequeñas tiendas y espacios independientes en lugar de empresas-cadena que ofrecen los mismos productos, en el arte también es necesario dejar de depender de las franquicias de museos y mega galerías y apoyar las iniciativas independientes y la escena local de galerías. Los artistas pueden hacerlo eligiendo cuidadosamente dónde exhibir, los escritores también pueden dedicar espacio a pequeñas iniciativas, y los coleccionistas pueden optar por apoyar la escena local.
NO GRANDI NAVI
Durante más de una década, el grupo activista "No Grandi Navi" reunió a ciudadanos de Venecia para luchar contra el turismo masivo en forma de cruceros de varios pisos. Estos cruceros traen oleadas de turistas y destruyen el delicado equilibrio ecológico de las aguas de la ciudad. Con el tiempo, la campaña logró parcialmente sus objetivos al limitar el tamaño de los barcos que atracan en la ciudad, pero aún continúan otras prácticas que atraen a personas de todo el mundo en la misma época del año. ¿Y si el crucero más grande de todos es un desplazamiento efímero de personas que se vieron en Frieze, París y Basilea y ahora en Venecia? Se trata de un grupo de personas que saben cómo desmaterializar y desterritorializar un objeto.
La historia de la Bienal de Venecia ha sido criticada frecuentemente por perpetuar los valores del estado-nación y mantener graves desigualdades entre Occidente y el Sur Global. También es el escenario donde el soft power se impone fácilmente a través de pabellones privatizados, patrocinadores y el intercambio de dinero no rastreable. Con el tiempo, ha aumentado la cantidad de palacios privados dedicados a exposiciones, creando exhibiciones internacionales para un público disperso y temporal. No se pretende poner fin o boicotear la bienal con esta propuesta, sino más bien entender el formato como una estructura problemática y antitética a los valores que los artistas afirman defender.
EXPATS Y DIGITAL NOMADS
Uno de los argumentos para la continuidad de las bienales de arte es el turismo potencial que puede fomentar. Esta es, supuestamente, una de las razones para querer ser la ciudad anfitriona de Manifesta, la bienal nómada de Europa. Aunque se nos dice que las ciudades se eligen en función de conflictos sociales y geopolíticos, en los últimos años la tendencia ha sido escoger al postor que ofrezca mayor presupuesto para las arcas de la bienal. La ilustración más clara de esto es la total ausencia de mención a la reciente experiencia política regional de Cataluña en la próxima edición de Barcelona.
En su lugar, con el tema repetitivo de la sostenibilidad ecológica -un concepto que podría aplicarse en cualquier parte del mundo-, la bienal sale de Ámsterdam para establecerse en Barcelona durante un período de dos años como cualquier nómada digital que trabaja para una startup antes de empacar y mudarse al próximo lugar. A diferencia de la mirada artístico-turística que llega a la ciudad abierta para recoger percepciones locales e historias no contadas, el tema está preestablecido y elegido por su naturaleza no controversial. Podría haber sido una oportunidad para explorar el contexto catalán sobre las frustraciones de las protestas y la relación entre los ciudadanos y su gobierno, lo cual sería un tema relevante para el año 2024 en un mundo que, sin duda, seguirá lidiando con nuestra frustración colectiva por no poder contener el apoyo europeo al genocidio. Sin embargo, la bienal pretende mantener las cosas irrelevantes y calmadas con temas neutrales que no invitan a la crítica ni al debate.
El contexto español ya ha sido sede de varias de estas bienales en Murcia y en el País Vasco, y sabemos que no quedan huellas, especialmente en la región del sur que cuenta con escasos fondos. El concepto de la bienal contrasta notablemente con los presupuestos anuales para las artes visuales en estas regiones y demuestra que una inversión única, muy por encima de lo que la región puede permitirse regularmente, solo produce un megaevento único que no tiene un efecto duradero en la cultura de la región. En cambio, deberíamos centrarnos en la producción cercana y en el desarrollo del discurso centrado en lo local en lugar de importar homogéneamente tendencias globales ya existentes y pasadas de moda.
REDISTRIBUCIÓN
Las oficinas principales de Manifesta se encuentran en la cuidad de Ámsterdam, un lugar en que también tengo residencia. Esta ciudad próspera no tiene excusa para comportamientos tacaños que expulsan a los espacios independientes de la ciudad, pero esta es una realidad que pone de manifiesto el avanzado estado de deterioro del sistema neerlandés. Las políticas neoliberales avanzadas en la era post-Rutte han visto cómo los recortes presupuestarios culturales han socavado el ecosistema artístico, cosa que deja a los espacios singulares en una posición precaria. El anuncio de recientes decisiones en el reparto de la financiación reveló que varios espacios no obtuvieron los fondos necesarios para llevar a cabo sus programas a pesar de que habían recibido evaluaciones positivas. En lugar de distribuir los fondos entre todas las solicitudes que cumplen con los requisitos, los fondos se otorgan a algunos y no a otros, poniendo en peligro la diversidad del sistema artístico mediante posibles cierres permanentes, agotamiento del personal y otras amenazas provocadas por la reducción de fondos.
El poco financiamiento que queda (en comparación) siempre se destina a los espacios más grandes, prestigiosos y seguros, como aconsejaría cualquier analista de mercado. Sin embargo, eliminar los centros de experimentación más pequeños reduce significativamente la posibilidad para los artistas que aún no están establecidos y que tienen menos recursos para mantener su práctica artística. Esta falta de implementación del pensamiento artístico en el diseño de bienales y financiamiento institucional restringe el entorno artístico a menos espacio, menos ideas, menos opiniones y menos oportunidades para crecer. Este sistema es contrario a la idea de la diversidad.
CONTRA LA EXPANSIÓN DE MUSEOS
El último ejemplo que muestra nuestra aceptación de las contradicciones entre el discurso y la práctica son los planes locales e internacionales en curso para la expansión de museos. Las nuevas salas de exposición son una oportunidad de inversión para las corporaciones inmobiliarias y grandes propietarios que lo ven como un vehículo de gentrificación que aumentará el valor del vecindario circundante. El MACBA, ubicado en el centro de Barcelona, fue planeado en la década de 1990 con la intención de limpiar el barrio de inmigrantes del Raval. Los nuevos planes para expandir este museo, que comenzaron mucho antes del nombramiento de la dirección actual, han sido recibidos con un feroz rechazo por parte de grupos activistas de la zona. ¿Qué sucedió con el discurso institucional de escuchar al clamor local y por qué este diálogo no tiene efecto en decisiones tan importantes?
Cuanto más pretende el museo escuchar a su comunidad local, más visible se vuelve la autoridad de sus financiadores. En un momento de inflación en que los presupuestos anuales y salarios necesitan aumentos urgentes, los inversores prefieren un pago único para arquitectos y empresas de construcción para apropiarse del espacio público. En lugar del espectáculo, deberíamos aprender a valorar la sostenibilidad de la programación, aumentar los salarios de los miembros del personal, realizar el mantenimiento necesario y expandir la colección. Sería importante saber si la expansión irá acompañada de un aumento en el presupuesto para el trabajo adicional, la producción y los recursos necesarios para programar en esta nueva ala.
El mundo del arte es incoherente. Como trabajadores culturales, debemos luchar por llevar a cabo proyectos más significativos con menos recursos y decir no a presupuestos de producción millonarios para exposiciones individuales. Debemos rechazar los precios exigidos por las galerías de alto nivel. Reducir y reutilizar debería formar parte de la ética del diseño de exposiciones, junto con el pago adecuado a los trabajadores, así como salarios dedicados a tiempo para pensar, investigar y experimentar. Es urgente que nos adaptemos a un mundo que cambia ecológica y geopolíticamente, en el que nada volverá a ser igual. Así como no deberían existir los multimillonarios, tampoco deberían existir los eventos mega-bombásticos y los mega-museos.