El conjunto de reglas, moralidades, procedimientos, mecánicas, legislaciones y rutinas1 que constituyen nuestra experiencia de vida organizada y reproducida desde la dominación, ponen en relieve el "tiempo" como factor importante en tanto a producción como resultado de la antigua relación entre conocimiento y economía. Para Occidente la victoria del Bloque Capitalista en la Guerra Fría2, creando una apariencia de bienestar, supuso el asentamiento y normalización del sistema Capital en el campo de la producción de conocimiento y concretamente del saber asociado a la vida simbólica más que a la material. Para el Capitalismo contemporáneo donde convivimos en un intento de supervivencia, la vida simbólica ha conformado el eje central de la economía, incorporando la significación como ejercicio propio de trabajos considerados "culturales". Y es que para el Capital todo conocimiento debe generar economía, determinando nuestras formas de percibir relaciones y transformando nuestra sensibilidad y comprensión de conocimiento que "obligatoriamente" debe generar plusvalía3. Según esta lógica que ha determinado la organización social, humana y animal, el conocimiento importa en la medida en que es capaz de generar rédito económico4 y parece no existir espacio que no esté atravesado por una mecánica basada en los efectos de relaciones mercantiles, incluido por supuesto el arte contemporáneo. Es de esta manera, a partir de la venta de un conocimiento que debe ser legitimado por circuitos de poder que enuncian "eso a lo que debemos atender", cómo la llamada creatividad se precariza por asumir la mecánica laboral meritocrática, identitaria, autodisciplinar y exhibicionista determinada por aparatos que permiten el ingreso de esa misma creatividad condicionada. De hecho, no resulta difícil encontrar pruebas de esta afirmación en nuestra cotidianidad como personas vinculadas al arte, desde donde hemos asumido un vocabulario propio de la industria -como "producción" o "industrias culturales"- con formulas para presentar trabajos a instituciones y convocatorias propias de la lógica Capital que pone el foco en el presupuesto como ejercicio de sostenibilidad. Seria un error por tanto, pensar el Capitalismo contemporáneo únicamente en términos económicos, porque el Capitalismo no solo es un sistema financiero sino que es un mecanismo que se ha apropiado de una existencia que Foucault acuñó como Biopolítica5: la vida sometida a una política basada en una producción incapaz de generar contextos para la creación como ejercicio de libertad. De hecho el Bloque Capitalista en sus contradicciones e incompatibilidades, fue productor y financiador del llamado Arte Moderno para pluralizar discursos que rechazaron el relato homogéneo, convirtiéndose en sí mismo en un centro de producción narrativo y cultural que degrada la creación a ejercicio financiero y por tanto clasista.
El Capitalismo como lenguaje al que someternos, que insiste que la creatividad está en el centro del arte, ha alterado la posición de la creación subordinándola a los procesos productivos6, negando otros posibles escenarios mediante modelos, regímenes y pautas sin alternativa. No obstante ¿qué son las leyes, normas y reglas sino códigos organizativos resultantes de ejercicios de abstracción social? ¿no son acaso la burocracia, la cuantificación y la economía, ejercicios de abstracción para conformar una representación mental de vida y no una reproducción de la realidad7, generando un lenguaje inventado para un orden concreto? Es mediante este ejercicio cognitivo presentado por el Capital con el que significar la vida, con la burocracia como paradigma que tiene la voluntad de hacer encajar la realidad en un conjunto de reglas creadas por dominadores, que la llamada creatividad se funda en la deuda y la expectativa, en eso que no está pero que podría llegar a ser un futuro constituido mediante la ficción de la promesa… Sin embargo el Capitalismo como organización histórica creada por personas que apoyan la verticalidad social en su ejercicio de acumulación de saber, puede ser transformado entendiendo que el conocimiento debe celebrar la libertad buscando formas de hacer frente a problemáticas que nos atraviesan y aniquilan derechos en forma de privilegio de clase y mérito. Pocas veces hablamos desde la cultura sobre cómo ésta forma parte de un sistema mecanizado de orden y funcionamiento en términos de globalidad y significación de orden social… Insistimos ingenuamente en que la realidad se crea y construye mediante ejercicios de poder como el lenguaje, el discurso, la organización política, el género, la sexualidad, el cuerpo, la estructura familiar, la economía o la educación, pero la realidad no se construye sino que se organiza recopilando información como proceso de codificación y abstracción, creando relaciones y fórmulas de y para existir. Así pues, entender a las y los trabajadoras/es como artistas que ejecutan el proyecto cultural Capitalista mediante ejercicios de auto-responsabilidad y formalidad, practicando códigos, pautas, y orden para una ejecución abstracta de la existencia, permite avistar el sistema desde la distancia, entendiendo que el objetivo del proyecto Capital es el de inventar la vida imponiendo una representación homogénea y formal de problemas mediante procedimientos adaptados a los que hacer frente.
Max Weber en Estructuras de poder8 argumenta cómo el llamado liberalismo, bajo una luz ideológica que apela a nuestra libertad de práctica individual especulativa, creó la inflación de instituciones económicas con la burocracia como sistema de ejecución intrínsecamente ligado a la estructura capitalista, provocando un aumento exponencial de medidas administrativas, legislativas y fiscales con el objetivo de desmantelar los procesos de colectivización de la tierra y las fabricas. Es revelador, por tanto, cómo el proyecto Capital no sólo inventa las reglas para llevar a cabo un procedimiento concreto como dogma impositivo a partir de instituciones dominadoras, sino que afirmaciones como "el mercado tiene una vida natural" es en sí mismo un ejercicio artístico para desarrollar y crear un escenario social determinante de la misma forma que lo hicieron artistas como Miró, Tàpies o Dalí mediante códigos de realidad propios.
Entender el Capitalismo como ejercicio de abstracción creado por y para el poder que excusa de responsabilidad ética y planteándolo como disciplina estético-social de codificación abstracta sobre la vida, permite pensar el sistema como un holograma irreal generado que auto-exhibe una hipotética tierra prometida alcanzable mediante el esfuerzo proletario. Es desde el arte como espacio de libertad, donde tenemos el deber de plantear otras formas que destruyan la pirámide vertical, porque no se trata de estar arriba, sino de trazar una estrategia para desarticular la superioridad. Una de ellas, quizás, podría ser entender el sistema como abstracción artística que podemos destituir mediante prácticas que superen imponer una codificación estable.
- Hibou, B: La burocratización del mundo en la era neoliberal. Dado Ediciones: París, 2020.
- La llamada Guerra Fría (1974 y 1991) fue un enfrentamiento militar, social, económico e ideológico llevado a cabo especialmente por aparatos informacionales que señalaban las virtudes del Bloque Occidental Capitalista (liderado por USA) y el peligro del Bloque Oriental Comunista (liderado por Unión Soviética). Vázquez Montalbán, M: ¿Qué es el Imperialismo? Ed. La Gaya Ciencia: Barcelona, 1976.
- La plusvalía (o plusvalor) es la expresión económica del valor que el trabajo asalariado produce por encima del valor de su fuerza de trabajo, base de toda ideología de acumulación capitalista. Marx, K: El Capital, Libro I. Cap. 22. Ed. Akal: Madrid, 2000.
- El rédito económico en el ámbito financiero, es el retorno que debe recibirse de una inversión. Op cit Hibou, B.
- Foucault, M: Nacimiento de la Bipolítica. Ed. Akal: Madrid, 2009.
- Resulta paradójico que las/os creadoras/es nos sometamos a una creación que oprime nuestra libertad para generar conocimiento.
- Bordieu, N: Radicantes. Ariadna H. Editores: Buenos Aires, 2009.
- Weber, M: Estructuras de poder. Ed. Coyoacán: México, 2006.